San Honorato

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San Honorato, un restorán cordobés con alma de panadería

31/05/2021 | 12:28 | Ubicado en una emblemática esquina de barrio General Paz, este lugar abrió sus puertas en un local a donde se fabricaban panificados. Aún conserva el horno antiguo y parte de su esencia.

Una historia de sueños que empieza en Italia y que llega hasta Córdoba. De eso se trata San Honorato, uno de los restaurantes más conocidos y emblemáticos de la ciudad Capital.

En los años ''20, un matrimonio dedicado al oficio de la panadería arriba a Córdoba y decide fundar Belgrano, una fábrica de panificados en la esquina de 25 de mayo y Pringles, en barrio General Paz.

Unos 80 años después, otro descendiente de italianos compraría esa vieja esquina y la transformaría en lo que es hoy, un restaurante único de Córdoba.

Mantener el alma

Si bien hoy no hay olor a masa fermentada ni a panificados, San Honorato todavía conserva el alma de esa vieja panadería de barrio.

Sus paredes dejan a la vista del visitante la vieja arquitectura del lugar y, en el fondo del local, todavía se puede ver el antiguo horno que se usaba en su época y que ocupaba prácticamente todo el ancho de la propiedad.

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El sótano, que estaba oculto debajo de una puerta trampa, fue refuncionalizado y transformado en una cava. Este lugar recibe a los visitantes mientras esperan que sus platos sean servidos en la mesa.

Un custodio especial

El nombre de este lugar llevó un poco de tiempo: la familia quería mantener la esencia de la panadería. En una búsqueda familiar, llegaron hasta San Honorato, el patrono de los panaderos.

En el salón principal del restaurante, hay una imagen del santo que sostiene entre sus manos una pala de madera que se utiliza para sacar el pan del horno.

Si bien no está muy clara la historia, se cree que durante su consagración, Dios quiso confirmarle con un prodigio, y los asistentes vieron descender sobre su cabeza un rayo divino y un aceite misterioso.

Su mamá, que estaba en esos momentos cociendo pan en la casa paterna, acogió la buena nueva con completa incredulidad, y dijo que sólo se lo creería si la requemada pala para hornear que tenía en la mano echase raíces y se convirtiese en árbol. Fiel a su palabra, a continuación plantó en el patio de la casa la pala, convirtiéndose en una morera que pronto dio flores y frutos.

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