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Talento de familia

Matías Riccitelli, el niño prodigio del vino argentino

Vivió una vertiginosa vida y una exponencial carrera como enólogo. Lleva el vino en su apellido, en su historia familiar y su sangre. A sus 41 años, nunca dejó de jugar.  

06/05/2022 | 12:00

Yeny Ortega Benavides

Yeny Ortega Benavides

Matías Riccitelli nació hace 41 años en Cafayate. Hijo de Jorge Riccitelli, el histórico enólogo de legendarias bodegas como Echart y Norton, siempre tuvo una conexión muy grande con el campo.

“Yo nací en un pueblo pequeño, un pueblo mágico en donde la mitad de la gente trabajaba en una bodega y la otra mitad en la otra”, contó en una entrevista exclusiva con Descubrí Sabores.

“El vino, el campo y los caballos estaban presentes todo el tiempo. Nacer en ese tipo de pueblos, donde estás permanentemente en contacto con la naturaleza, hace que sea natural tener en la mente hacer algo relacionado con el campo”, aseguró.

En ese contexto, y viniendo de un padre enólogo, era casi obvio que su conexión con el campo se iba a dar a través del vino.

Su infancia transcurrió acompañando a su padre en sus jornadas de trabajo. “Yo jugaba en la bodega. Éramos amigos de los hijos de la familia Echart, así que estábamos todo el verano metidos ahí. Nuestra vida giraba en torno a eso”, contó.

A pesar de ser el más chico de cuatro hermanos, Matías siempre fue el más independiente. Su carrera en el mundo del vino comenzó a muy corta edad, haciendo pasantías en los veranos, junto a su padre, para poder tener su propio dinero. Con 17 años comenzó a participar de las cosechas y, al terminar la secundaria vino la ya casi obvia decisión: estudiar enología.

A los 21 años ingresó como asistente de enología a Fabre Montmayou, una de las bodegas más importantes de vinos de alta gama de la época.

Tres años después, el enólogo francés de la bodega se fue, no sin antes recomendarle al dueño que pensara en Matías como su sucesor. Fue entonces como con tan sólo 24 años se convirtió en el enólogo de Fabre.

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“Hacía dos cosechas al año, una en Argentina y otra afuera”, recordó. Su tiempo transcurría entre Argentina y Francia. Allá aprendía de primera mano todo lo relacionado con el mundo del vino. Luego volvía a Mendoza para volcar todo su aprendizaje.

Ese fue su único trabajo como enólogo, porque en el año 2009 renunció a Fabre y se dedicó a viajar por el mundo. Durante ese tiempo, participó en cosechas de bodegas de Australia, Nueva Zelanda y Estados Unidos, entre otras.

Al volver de ese viaje su cabeza explotaba de historias e ideas. Volvió con fuerza, confianza y ganas de hacer cosas nuevas. “Ahí fue cuando dije: 'quiero hacer mis vinos'" rememoró.

Sa relación con Fabre había quedado en muy buenos términos. Fue entonces cuando le propusieron volver a ser el enólogo, pero dándole la libertad y posibilidad de hacer sus propios vinos en esa bodega.

“Así empezó todo. El primer vino que saqué al mercado fue un blend de Malbec de zonas tradicionales que se llamaba como yo: Matías Riccitelli”, relató.

Ese, su primer vino, fue premiado como el Mejor Malbec de la Argentina, anticipando una cosecha de éxitos que no tendría techo.

El exitoso vino se siguió elaborando bajo el nombre de 'Viejos viñedos en Pie Franco', un Malbec de la zona de Las Compuertas y Vistalba, proveniente de viñas que datan de 1930.

En su primera edición se elaboraron 15 mil botellas que se vendieron vorazmente. Al año siguiente hicieron 30 mil.

“Es un vino que aún se vende. Lo tengo desde el 2009. Me apasiona mucho elaborar vinos de viñas viejas”, contó.

Fue así como empezó a generar otras ideas y etiquetas. Hasta que en el año 2013 nació su actual proyecto: Riccitelli Wines.

Los vinos de Matías son vinos disruptivos, ese tipo de vinos que son inolvidables por su sabor, pero que también se recuerdan por sus particulares etiquetas.

“Son vinos muy arriesgados. Cuando uno se arriesga a poner ese tipo de etiquetas en la botella es porque está muy seguro y conforme con lo que hay adentro”, reconoció.

Me gusta llamar la atención en ese sentido, pero no pierdo de vista que ese es el primer approach. Si pruebas ese vino y no te gusta, toda la vida te vas a acordar de esa etiqueta para nunca más comprarla. Obviamente, si te gusta, también la vas a recordar siempre. Es un juego arriesgado”, aseveró.

Su proyecto está próximo a cumplir 10 años. A pesar de que una década en el mundo del vino es poco, son 10 años que marcan toda una evolución, un aprendizaje que tomó con tanta seriedad y confianza que le permitió no tener nunca que dejar de jugar.

Apasionado por el arte, Matías reconoce que las etiquetas de sus vinos representan su generación y su forma de pensar. Cada una, a su vez, tiene una historia y un porqué.

“No soy diseñador, por eso no tengo preconceptos y eso hace y permite que ninguna de las etiquetas sea igual”, afirmó.

Una de las etiquetas más especiales es la de Riccitelli and father, el vino más clásico de su bodega en donde se conjugan, por dentro y por fuera, la expresión de Matías con el conocimiento de su padre.

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“Fue una hermosa experiencia. Yo nunca trabajé de par a par con mi papá. Cuando yo estuve en Norton fui pasante y él era el enólogo”, contó.

El amor y la admiración hacia su padre se notan en cada palabra. Ante la pregunta de “si tu padre fuera un vino qué vino sería”, guardó un nostálgico silencio. “No lo pensé nunca”, reconoció.

Un nuevo silencio dio paso a otra nostálgica reflexión: “Mi viejo fue cambiando. Llegó a ser lo que es por buena gente, laburante y exigente. Todo el mundo lo ama, pero todo el que lo ama sabe que, con él, las cosas hay que hacerlas bien”.

Dos años antes de jubilarse en Norton su padre le contó a que quería retirarse. El proyecto de Matías ya estaba completamente armado y es así como surgió la idea de hacer un vino juntos.

“Yo tenía muchas ganas de laburar con mi viejo. Mi proyecto ya había empezado y, en el mundo del vino -para mal y para bien- está siempre presente el legado”, afirmó.

“En cierta forma no haber trabajado mano a mano con él me liberó del mote de que 'llegaste a donde estás porque te pusieron ahí'. Eso les pesa mucho a los que son hijos de enólogos. Ojalá que a mi hijo nunca le pase”, exclamó. Su hijo tiene 4 años y recién empieza a moverse entre los viñedos de su padre.

“Es re chiquitito. Siempre voy a respetar que él haga lo que quiera, pero si decide ser parte de esto -que ojalá así sea- lo único que espero es que ser mi hijo no le pese”, dijo.

A Matías, ser hijo de Jorge Riccitelli no le pesó. “Yo hice mi carrera aparte de mi viejo, pero con mi viejo siempre a mi lado. Aprendí mucho de él, pero todo lo que hice me lo gané día a día. Eso fue muy lindo”, afirmó.

Luego de conocer y hablar con Matías Riccitelli uno puede afirmar que sus vinos son como él: auténticos y apasionados, vinos que reflejan la gente que los hace y el lugar de donde provienen.

Quiero seguir haciendo vinos y pasar esta pasión a mi familia. Pienso en mi hijo y, al verlo a él, me siento como imagino que se sentía mi papá cuando me miraba”, finalizó.


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